Recomendaciones de un sumiller
«El rosado
es un comodín del maridaje»
El vino rosado es mucho más que una opción intermedia entre el tinto y el blanco. Según el sumiller David Lera López, con dieciocho años de experiencia en la profesión, su frescura y acidez lo convierten en un maridaje excepcional para una gran variedad de platos. Navarra, tierra de grandes rosados, ofrece tres estilos clave que casan con distintos sabores.
Por ALEJANDRO REGUERA MORALES

GABRIEL PIZARRO.
David Lera López, de 48 años, descubrió su fascinación por el vino por accidente, cuando a los 30 años le diagnosticaron celiaquía. La cerveza pasó de ser una aliada a una enemiga. Ahora, casi dos décadas después, se ha convertido en un experto en vinos. Desde 2019, es miembro de la Asociación de Sumilleres de Navarra y ha representado a la comunidad en el Campeonato de España de Sumilleres Salón Gourmets en Ifema, Madrid, en las ediciones de 2022, 2024 y 2025. En 2023, completó el Curso Superior de Sumillería con sobresaliente, una formación que le acredita para ejercer como sumiller, responsable de bodega, crítico de vinos, escritor especializado, degustador profesional, consultor, educador y presentador, como refleja en su página web, Sumilleando. Los rosados navarros, que se clasifican en tres estilos: tradicional, ligero y de guarda. Para cada uno, el sumiller propone un maridaje perfecto.
Tres estilos, tres maridajes
Lera López menciona el rosado tradicional o clásico, caracterizado por tener más intensidad de color y fruta roja, el cual encuentra su pareja ideal en la chistorra navarra. «El rosado tiene mucha frescura y acidez, y combina muy bien con este embutido, porque también nos va a limpiar el sabor de la grasa que deja la carne», explica Lera. Para este estilo recomienda el rosado Casalasierra de Bodegas Máximo Abete, en San Martín de Unx, a un precio de 8,50 € la unidad.
Para los rosados más ligeros y pálidos, el experto sugiere el Coral, de Bodegas Inurrieta, a un precio de 7,71 € la botella. El equilibrio lo obtiene con unos chipirones en su tinta, aunque es arriesgado «porque la tinta no es fácil de maridar».
Como tercera opción, Lera opta por un vino con capacidad de guarda, y apuesta por El Arrebol de la Carra Cabra, de Bodegas Viña Palacios, por un precio de 9 €: «Normalmente se consume joven, en el año que ha sido cosechado, pero se están empezando a hacer rosados que tienen una capacidad de aguantar más tiempo en botella». Para este estilo recomienda «una buena menestra de verduras de la huerta navarra». De los vegetales destaca que tienen más amargores, y este tipo de vinos acompañan a los platos sin avasallarlos. Asimismo, añade que el potencial del rosado facilita la conexión con otras recetas icónicas de la gastronomía navarra, como el ajoarriero, las chuletillas de cordero o el cordero al chilindrón.
«Normalmente se consume joven, en el año que ha sido cosechado, pero se están empezando a hacer rosados que tienen una capacidad de aguantar más tiempo en botella»
Más allá del primer plato

BÁRBARA ARRIETA.
El rosado también se adapta a postres y quesos. «En Navarra tenemos del Roncal y de Idiazábal, que pueden ir perfectamente con rosados de barrica, de guarda y jóvenes», afirma el catador. Los postres también consiguen un aliado con estos vinos de la mano de los canutillos rellenos de crema, de los helados de vainilla, hojaldres y cremas pasteleras. Y aunque es poco habitual, Lera piensa que podría explorarse más en la cocina, por ejemplo, en salsas o glaseados: «El rosado sería una buena conexión para armonizar vino y alimento, conectar ambos elementos para que tengan esa identidad y luego en el plato se muestre mejor».
Finalmente, el experto reconoce que «lo bueno de este vino es su versatilidad. Es como un comodín que nos da muchísimo juego en el maridaje. Acompaña muy bien a muchos platos». Con su adaptabilidad y capacidad de realzar sabores, el rosado navarro se posiciona como una opción imprescindible para los amantes del buen comer.